CANTO QUINTO Veía delante de mí, un objeto erguido sobre una colina. No distinguía la cabeza con claridad, pero ya adivinaba que no era de una forma ordinaria, sin precisar, por ello, la proporción exacta de sus contornos. No me atrevía a acercarme a esa columna inmóvil y aunque hubiera tenido a mi disposición las patas ambulatorias de más de tres mil cangrejos (ni siquiera hablo de las que sirven a la aprehensión y masticación de los alimentos) igual habría permanecido en el mismo lugar, si un acontecimiento, muy fútil de suyo, no hubiese cobrado un pesado tributo a mi curiosidad, que hacía crujir sus diques. Un escarabajo hacía rodar sobre el suelo, con sus mandíbulas y sus antenas, una bola cuyos principales componentes estaban formados por excrementos: se dirigía, rápidamente, hacia la colina mencionada y, cuidadosamente, ponía bien en evidencia su voluntad de tomar esa dirección. ¡ Ese animal articulado no era mucho más grande que una vaca!.Si alguien duda de lo que digo, que se...