
Un escarabajo hacía rodar sobre el suelo, con sus mandíbulas y sus antenas, una bola cuyos principales componentes estaban formados por excrementos: se dirigía, rápidamente, hacia la colina mencionada y, cuidadosamente, ponía bien en evidencia su voluntad de tomar esa dirección. ¡ Ese animal articulado no era mucho más grande que una vaca!.Si alguien duda de lo que digo, que se ponga en contacto conmigo y satisfaré a los más incrédulos mediante testimonios irrefragables. Lo seguí de lejos, ostensiblemente intrigado
¿ qué quería hacer con aquella gran bola negra?
¡ Lector, tú que ( no sin razón) te vanaglorias incesantemente de tu perspicacia, serías capaz de decírmelo!. Pero no quiero someter a una dura prueba tu conocida pasión por los enigmas. Que te baste con saber que el castigo más suave que puedo infligirte consiste en hacerte notar que ese misterio no te será revelado ( pero te será revelado) hasta más tarde, al final de tu vida, cuando entables discusiones filosóficas con la agonía, al borde de tu cabecera….y, quizás al final de esta estrofa. El escarabajo había llegado al pie de la colina. Había seguido sus pisadas pero aún estaba a una gran distancia del lugar de la escena, porque, así como ciertas aves, inquietas como si siempre estuviesen hambrientas, permanecen en los mares que bañan los dos polos y sólo accidentalmente llegan hasta las zonas templadas, así, yo no estaba tranquilo y llevaba las piernas hacía adelante con mucha lentitud ¿ Pero que era esa sustancia corporal hacía la cual avanzaba? Sabía que la familia de los pelícanos comprende cuatro géneros distintos. Pero la forma gris, el bloque plástico, la carne cristalizada que percibía no correspondía a ninguno de ellos.
¡Ahora si veía al hombre cuyo encéfalo estaba desprovisto de protuberancia anular! ¡ Buscaba inútilmente en los pliegues de mi memoria en que comarca tórrida o helada ya había observado aquel pico muy largo, ancho, convexo, en forma de cúpula, con la arista bien marcada, en forma de uña, hinchado y muy ganchudo en la punta ……..
Texto extraído de Los Cantos de Maldoror,
Isidoro Ducasse
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