No evoco con nostalgia la tenprana edad, porque reconocidos los cambios, transformaciones y ajustes que la vida exige, creo haber resistido a dejar de ser como ese entonces.
Niña sentimental e intuitiva con tendencia al aislamiento, apegada al hogar y a los seres que conformaban su ámbito. Dócil a la disciplina familiar pero rebelde contra ciertos convencionalismos y estrictos horarios; se escondía en el altillo para no ir a la escuela, buscando en cambio, la amistad de los gorriones del tejado y de un gato barcino compañero de veniales complicidades.
Sentía conpasión y disgusto ante la desigualdad social y estremecida inquiría a la abuela:_ "porqué hay niños sin zapatos, sin leche ni cumpleaños"....?.
Vulnerable al hechizo de las noches plateadas de luna que exitaban su imaginación desbordando fantasía, creía percibir en el insonmio el aleo de los ángeles revolviendo perfumes de nardos y azucenas en el jardín.
Enamorada de la majestad de la naturaleza y fácil a reacciones de asombro y maravilla ante el paisaje y la música del río, de los pájaros, del viento.... su sentido místico encontraba con frecuencia, entre las nubes o las estrellas, lugar para la cita con el Creador del universo a quien agradecía el don de ser, de vivir y soñar.
Nunca supo si El estaba mas allá del espacio sideral o más acá del centro de su soledad personal, pero esa presencia misteriosa, real y trascendente, intangible y concreta, distante y próxima a la vez.... la fascinaba!.
Aquella niña no ha envejecido ni la recuerdo como un bien perdido o dejado atrás, aunque algo decae en mí y no conprendo.....
Soy ella enteramente y soy yo misma, procurando descubrir - en secreto y en vano- el misterio de la existencia.
Rosa Ansorena
Simplemente hermoso!
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