Ir al contenido principal

El parto

 ( En memoria del Dr. José A. Aguerre, médico ginecólogo)

  

   Despierto cuando un oleaje oscuro, cósmico y ahogante, estremece mi entraña.

   Hago leve la mano – cual hoja de otoño se posa sobre la hierba – para palpar el vientre frutecido y constato su tensa envoltura a ras del estallido.

   Es el día – me digo - . La vida por nacer está apretada, lucha contra el límite y quiere abrirse paso en mis carnes. 

   Me levanto aprisa dominada por una aguda sensación de evacuar aguas y, de pie, siento discreto dolor, a manera de tironeamientos, en lo bajo.

¡ Cómo descendió en la noche !

   Tensos los muslos, oprimidas las ingles ...¡ Qué de modificaciones ocurrieron mientras dormía ! El Todopoderoso quiso actuar en silencio y con entera libertad, haciendo en mí maravillas.

   Iones, hormonas, vitaminas .... cuántos elementos puso en juego y que reacciones sincronizó para excitar de esta manera mi fisiología ?

   Pasan los limos : el signo. Todo indica que debo estar alerta.

        Inspecciono el ajuar con celo mujeril. No vaya a olvidar algo.

   Cuento – rociando con menudos besos – una vez y otra y otra, las ropitas primeras. Prendo en el rebozo los alfileres y cierro la valija.

   Tendida en la cama y abandonada a la naturaleza espero otros síntomas, y pienso :

   La paridora del hombre aguarda su promoción. Sagrario de vida milagrada, pues trino consentimiento ( de Dios, del que me ama y de mi) hizo realidad el encuentro y la fusión de dos células que, en un instante irrepetible y trascendente, formaron un nuevo individuo, de sexo, características determinadas y definitivas, distinto del padre y distinto de mi, de identidad singular e inserto – desde ese preciso origen – en el espacio y en el tiempo.

     Antes de implantarse en la matriz se dividió y multiplicó en cierto número de células. Y cuando tuve el signo de su existencia era un embrión informe, chiquito como un grano de arveja. Creció en simbiosis conmigo con su propia biología y derechos inalienables, nutrido por órganos especializados. Y al cabo de cinco lunas me dió señales: sentí que se movía flotando en mí.

   Frágil como mi carne, dependiente de mi, coexistente en mi, pero que, siendo persona, es otro, único e irrepetible, unidad de cuerpo y alma, indivisa y armónica, ¡ don preciosísimo de Dios ! ¡ No me cabe el asombro!

   El vientre se contrae leñoso y deformado; empuja la mano y, en estrecho paralelismo, una dulce sensación de dolor crece; se sostiene (algunos segundos) y declina hasta desaparecer.

   Reposo. Miro el reloj : seis y quince.

    ¡ Brio de la vida, prodigio de perduración! Conjuro de las cosas y los seres en el ser. Porque nada queda excluido de mi, ¡ soy arca del universo!

   Absorbo los zumos de la tierra y me abro en ceibos y pasionarias. Revientan mi piel todos los brotes.

   Estallo en trinos y maduro en cálices, glumas y racimos.

   Socavo rocas y nadan por mis ríos todos los peces. Soy ave, soy nardo, soy mariposa....

   ¡ Qué atolondramiento de formas, colores, vinos, músicas ! Se de todas las alegrías y padezco muchos lloros.

    Llevo en mi al prójimo, a la creación y a la bondad de Dios.

    Naufrago en el misterio !

   Desde las caderas llama otra onda estremecedora que, recrudeciendo su silvestre acento hace notorio el incremento contráctil. El bebe quiere salir.

    Llamo al doctor y, a mis datos sobre frecuencia y duración de los dolores indica que marche al hospital.

   El cielo está dormido sobre la ciudad en un beso de niebla. Luz tímida en lucha con las sombras. Frío agujeante, semilíquido. Subiendo la escalinata que conduce a la Maternidad me sobrecoge una enérgica contracción.

    Quisiera abrirme, flexionar las piernas; busco apoyo, me aprieto y un ahogo sube porfiadamente hasta la garganta.

    Esperan la nurse de volátil andar y la enfermera de rostro frutal. Es grato encontrar a quienes nos acogen con afabilidad.

   Me desvisto junto al gran ventanal que da al jardín.

   La claridad nuevita, lozana y blanca, bautiza lechando mi piel mate.

   Dolida y cubierta con el camisón de lino me miro al espejo.

   Pálida, tímidamente feliz; cuelgo de la ansiedad de ver al parvulito, de sentir su llanto y ¡comérmelo a besos!

   Me preparan y proceden a los controles de : presión, pulsaciones, temperatura y latidos fetales.

De pronto una sensación saludable de seguridad : la voz del doctor. Su presencia me inspira confianza. Constata dilatación completa y dice : - Está todo preparado. Dos o tres dolorcitos mas y el niño estará afuera. Queda muy poco por hacer. Sé de sus fuerzas. Todo marchará bien.

   Me ponen las medias largas de algodón blanco y, del lecho a la camilla, siento otra contracción. Esperan que pase. El  acmé se prolonga y la intensidad crece.

Corredor interminable y monótono hasta la sala de parto.

   Cavilando:

   Dolor preparante, abridor de la carne y de la mente. Ni provocado ni eludido, ajeno de la voluntad, intermitente y necesario. Padecimiento antiguo. Invitación al recuerdo de la caída adánica. Cifra positiva de creación providencial. Caudal de energía que, dirigido con lucidez, rinde provecho y abrevia la espera.

   Saludable momento de medición del alma estando transido el cuerpo. Dolor de hembra. Salvoconducto para prolongar la vida y llamado al reconocimiento de que nadie es sino por dación de otro.

   Sala de parto, ambiente conocido.

   Pocos minutos mas entregada al juego entre la razón  y el instinto, seré madre.

   Responda con eficacia a las exigencias naturales.

   Acate el consejo tutelar de la ciencia. No sea  yo misma  dificultad.

   Atención. Entrañamiento. Humildad.

   En posición obstétrica me ajustan las rodillas y atan los tobillos y muñecas.

    Todo está dispuesto para que los pujos sean útiles.

   Piernas en alto, desnuda, abierta, sentida bajo la luz implacable , como una flor al sol meridiano, soy vida ofrecida y soy pensamiento.

Córrase un poquito hacia delante. Mas.. así.

Cubren mi abdomen con un paño blanco y frío. Y cuando veo traer la mascarilla anestésica musito sin presunción:

No, por favor. Prefiero sentirlo con la mayor lucidez.

Mucho más se goza la ventura si por ella se hubo padecido. ¿Por qué eludir el divino reto sin medir la propia miseria ?        

   Tenga por bien beber ciertos amargores para no echar en olvido las dulzuras y tantos beneficios recibidos gratuitamente !

   Interrumpe el doctor acabando de calzarse los guantes :

Avíseme cuando sienta venir el dolor, que romperé la bolsa de aguas.

Dicho esto, se desata un brutal impulso expultriz. Crispada la faz y dolorida hasta la orilla de la cordura, siento el líquido que se desliza suavemente.

Siga, siga, mas, mas, otro poquito ...! ya viene ¡ . No se agite. Jadee. Descanse. Inspire hondo. Otro lindo pujo bastará.

 Después el médico, empeñado en favorecer mi relajamiento muscular, me hace reír hablando acerca de ciertas curas de la calvicie . Y, estando desprevenida, el mas vertiginoso y efectivo de los dolores, atropelló sin que pudiera sorber el aire requerido.

Sea constante en el esfuerzo, empuje, mas, mas...

    Me prendo con furia a las agarraderas. Sístoles y diástoles desgajan mi pecho. Afirmo los talones, levanto las nalgas y un gutural gemido, nocturno, bestial, imponente, se desfleca a través de la mordedura.

    Ampliada al máximo, rota, -(mas, mas... siga, siga, aquí viene, ¡ está ! )- desarraigada, yéndome y quedándome, confundida....¡ Ay ! me franquea la cabecita - ¡ qué áspera !-, los hombros,- ¡ qué anchos ! – el tronco y los miembros resbalosos como un sueño.

   ¡ Ah, definitivamente separado de mí!

    El médico dice: - Varón.

    Desconcierto, jadeo. Entre mis piernas, suspendido de la mano del médico – cabeza abajo – el parvulito, barnizado y unido a mis vísceras por un grueso cordón pulsante. El aire espeso. La emoción me abraza. ¡ Elixir de la dación !

   Y fresco, luminoso, agudo, chairado en mi dolor, el grito del recién nacido hiende la atmósfera pastosa de antisépticos y rebota con violencia en el techo y las paredes del recinto, mientras estallo en una explosión de risa y llanto:    ¡ Un hijo!, ¡ hijo !, ¡ hijo !...

   Delirio. Sol, cráter, torrente, cascada....sinrazón de la mas urgente razón de vivir. ¡ Embriaguez!

   ¿Quién sufre, Dios, en este instante por mi? Porque soy tan dichosa, ¡ he dado fruto !

    El pequeño se impone reclamando cesión de derechos: amor, seguridad, protección.

   Enseguida otra contracción. Se preparan para el alumbramiento y, tras un esfuerzo expultriz, arrojo placenta y membranas. Dulce pasaje lamedor de ardores.

   El doctor examina y balbucea: Completas.

   Entonces, blandamente, me enajeno. Laxitud redonda. Respiración aletargada.

   El llanto del bebé limpia mi alma que queda como el cielo tras la lluvia.

   Hecha la ligadura, el cordón es seccionado. Vitamina K. Profilaxis oftálmica. Y, acobijadito, es puesto en una cuna contigua a la mesa obstétrica.

   De regreso a la habitación, corredor largo y escalofrío.

   Cuando me traen al niño bañado y hecho un primor, quedo a solas con él.

   ¬ Nenito mío, retoño tibio. Aliento flamante y presuroso. Uñitas filosas. Ojos azules, como los de papá. ¡ Cuando lo vea él!...

   Tiemblo de ternura, acariciando su pelusita rubia.

    ¡Ay! Viene un entuerto,- ¡ atroz! -Y se empecina en hacerme añicos. Pasa...

    Contemplo enamorada, a través de un velo diáfano, líquido y salobre, a mi bebé dormido.

    Arrobamiento sin par...

“Tu eres hijo mío; hoy te he dado a la vida” (Salmo 2)

Entradas populares de este blog

HISTORIA DE LA FAMILIA ANGENSCHEIDT

CAMILE FELICITÉ HUBERT - EVERHARD ANGENSCHEIDT Estos son nuestros tatarabuelos paternos. Nos consta, por la copia de la partida de bautismo, que don EVERHARD (EDUARDO), (EVERHARDUS) (EVERHARDT) nació 3 de abril de 1808, en Kapellen, pueblo cercano a Dusseldorf, Alemania, en la época en que la zona era francesa. Emigró a Paris donde fundó un taller de fabricación de pianos con la marca ANGENSCHEIDT – EVERHARD, su nombre. Casado con CAMILE FELICITÉ HUBERT de la cual solo sabemos que era francesa. Tuvieron nueve hijos, el quinto EDMUNDO o HIPÓLITO JULIO (HIPPOLYTE) fue nuestro abuelo, habiendo llegado a Montevideo en 1873 teniendo 18 años. P.S. La firma al pie de las fotos corresponde al laboratorio fotográfico: TRUCHELUT – VALKMAN. Las reproducciones están al mismo tamaño que los originales. JOSE MARCOS DIPARRAGUERRE Y COMPAÑEROS Esta reproducción es tomada de un original que databa del año 1865 – El de la izquierda , es el capitán en aquel año, D. José Abuchin, el que m

LA CASA ANGENSCHEIDT

Charles Thompson nos ha proporcionado una foto de la fachada de la tienda. Ver más Haz click en la misma p ara ampliar foto

LA ONDA EN BALSA SOBRE RIO NEGRO EN MERCEDES, 1963.

  En la ciudad de Fray Bentos, encontré esta foto que data de 1963 y esta pintada con pincel En esos tiempos el transporte de pasajeros en Uruguay era a través de la legendaria ONDA. Cruzar el río Negro podia durar más de una hora.