Contra el lacerado corazón me estrello y deshago – como una ola – en el
quebranto.
Mamá ha fallecido
No
quiero flagelarme resistiendo tercamente a lo inexorable, pero no encuentro
consuelo en asumir la realidad.
Guardaré por mucho tiempo la desoladora imagen de su acabamiento. La
enfermedad fue marchitando su piel; también su mente. ¿ Porqué su frente quedó
vacía después de los espasmos? ¡ Ah, no quiero saber el día!
Los
ojos inexpresivos cual dos lámparas apagadas, revelaban una partida
irreversible y por el túnel de sus pupilas yo – estremecida – procuraba
retenerla.
En
medio de la tribulación acepto el dolor como voluntad de Dios admitiendo que ella partía pero no se iba,
porque permanecería por siempre en nuestro corazón. En realidad, la memoria
iluminando reminiscencias de los albores de la vida, nos llamará
persistentemente a reconocer y valorar cuánto nos dió y enseñó.
La recuerdo con terneza, cuando
en noches estivales, entre fragancias húmedas del patio regado, iba a la
pérgola de rosales blancos a dejar nuestras cartas al niño Jesús que contestaba
mientras dormíamos.
Contemplando el firmamento aprendimos de sus labios el abecé del
universo, el nombre de los planetas y estrellas de la Vía Láctea, el relato
bíblico de la creación de Dios.
Devota de la vida como bien supremo contagiaba fruición de sentirse viva
compartiendo conocimientos, sabiduría y una contagiosa gratitud ante los bienes
y alegrías de la existencia. La naturaleza del entorno era siempre motivo de
admiración y noticia que invitaba a celebrar.
¬Vengan a ver la explosión fecundante de la
primavera: los durazneros y ciruelos florecidos, el vuelo inaugural de las
mariposas, el júbilo de golondrinas en los álamos...
Los fines de semana, en las vacaciones, ansiosos de estar y andar con
ella, abiertos a sus magistrales lecciones, salíamos a recorrer la costa del
Río, el monte ribereño o las chacras aledañas. Paseos fascinantes, de acopio de
observaciones, nociones nuevas y maravillosas experiencias. Nos hacía escuchar
callados la diversidad de voces y ruidos en la arboleda, los sones armoniosos
de las aves, los timbres opacos de insectos y batracios
Mujer
inteligente y culta, madre tierna de prudente autoridad y plácida firmeza.
Maestra por vocación y de profesión, infatigable en su labor de enseñar y
educar. Sembradora de ideales, pensamientos nobles y valores, como fuerza y
tesoro, en la mente y corazón de niños, jóvenes y adultos.
Madre querida: Cumpliste dignamente tu misión con total entereza y
abnegación, aportando a la educación pública dimensión ética, social y
democrática. Enseñaste a respetar los derechos humanos, a valorar la justicia,
la libertad y la búsqueda del bien común. Amabas la verdad, la cultura y las
artes y por que eras compasiva y solidaria con los pobres, ancianos y
marginados, Dios misericordioso te hará descansar en la paz inalterable y luz
perpetua de los bienaventurados.
Así
sea. Fiat!
Cuando soportáis el
peso de las aflicciones estáis con Dios
que es nuestra fuerza y que permanece junto a aquellos que están en
tribulación.
San Juan de la Cruz
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