Amo el ciprés verde oscuro de porte columnar. Honor y nobleza del jardín. Aguja de compacta armazón apuntando el destino del hombre.
Centinela mudo inmóvil y
desafiante. Obstinado en lograr la mayor eficacia de su savia, se prende con
fiereza al suelo, lo penetra y, apretando sus ramas al tronco, pugna por crecer
en altura. Con sed de luz, de lluvia y de besos de las estrellas.
Refugio de pájaros; sabe de
la tibieza del nido y de la razón del canto.
Sombrea y abriga, atenuando
soles y vientos. ¡ Noble amigo !
Cuando en las tardes, agobiada y transida, lo
contemplo, le digo meditativa: - Hermano árbol, yo – como tú – me adhiero a la
tierra (a los seres y las cosas, a lo concreto y transitorio). Y como tú
también crezco ahondando en realidades invisibles. Pero, entre tú y yo, reconozco
sustanciales diferencias.
Porque soy un ser pensante,
que siente lo que es, que ama y piensa, porque no existe solo vegetativamente;
tampoco como el insecto, el ave o el mamífero, cumpliendo a ciegas las leyes
biológicas. Hay en mí una sustancia imponderable que constituye mi mayor
dignidad y razón de mi existencia.
Porque ser persona es ser
contingente – ser que pudiera no ser – pero ser referido a Alguien, oferente de
la vida, el Señor todopoderoso.
Relación que me hace objeto
dialogal con lo divino y condiciona mi conducta.
Porque debo responder
realizándome libre y responsablemente, aceptando mi naturaleza y condición de
creatura evolutiva y perfectible, y porque creo que todo perece y es relativo
menos esa parte esencial del ser humano, que fortalece la voluntad y sostiene
la esperanza en un porvenir de gozo pleno y definitivo.
Hay
días en que quisiera quedarme quieta, quieta y en silencio – como tú – para
sentirme crecer hacia arriba en sabiduría y lucidez, pero no podría conmigo. No
podría, estar inmóvil, instalada, fija .... cuando hay tantas cosas de qué
ocuparse, cuando impulsos de desprendimiento ( del tiempo, de la rutina, de la
mediocridad) y un compromiso insoslayable de amar y de servir, ¡ me arrancarían
de raíces !
Hermano árbol, creo que ... ¡
no podría con mi corazón y con las alas del alma !
(Agradezco al ciprés la inspiración de este discernimiento)
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