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Medias rotas

El señor no mira tanto la magnitud de las obras        

               Sino el amor con que se hacen

                                          (Santa Teresa de Jesús)

 

   ¡ Cómo   rompen medias las botas !

    Tiempo sin nombre empleado en llenar estas bocas ingratas.

   Aguja va, aguja viene. Refuerza la orilla jugando en chiquito a ondular. Se levanta, vuela y cae, allende el agujero, otra vez a ondular.

    En cada ida y venida queda enredado un dulce recuerdo, un sueño despierto, un pensamiento.

    Se termina el hilo y la aguja se empeña en hacer un buen final sin rematar.

   Ah, cómo cuesta enhebrar si los ojos miran sin ver, a la deriva, en un remolino de ideas... Ya está; y- sin ruido – se inicia el ir y venir, nuevamente.

.  Trabaja la aguja, contoneando y volando. Y los extremos imprecisos de la hebra – comienzo sin nudo y final sin remate – quedan en la trama, como la vida.

   Angulo recto y empieza la aguja a cruzar. Hilo abajo, hilo arriba. En trotecito lento y sin cuidado; uno sí, uno no, van tramándose las hebras para rellenar el agujero. El iris de mis ojos se torna acerado, prendido al gris algodón que rellena el orificio.

   Aguja va, aguja viene; hasta que canta el calcetín renovado.

   Me sondeo: ¿ Qué significa esta abnegación por cosas pequeñas ?

    Componiendo medias ¿ estaré haciendo algo significativo ? De lo que no cabe dudas es que en ello estoy dejando algo del alma.

  Acabo esto. Unos golpecitos con el dedal, sobre los bordes del zurcido y contemplo lo hecho.

   Tomo otra media. Debo cambiar el hilo. Blanco, azul, marrón ...desde el costurero, parecen decir: ¿ me toca a mí?

   ¡ Qué rota ésta otra...! vale mas que recorte y ponga talón postizo. Puntada grande por el revés, disimulada por el derecho. Y salta la aguja, suena opaco el dedal, ríe el talón remendado. Pero ¿porqué esta sensación de no haber hecho nada que valga, de haber perdido tiempo? Después de consumir la tarde zurciendo calcetines?

   Sin embargo, este no sé qué de insatisfacción puede resultar fecundo.

    Por de pronto, es iluminante, pues me hace ver en qué radica el valor de ciertos menudos hechos y pequeñas cosas. Porque toda disconformidad consigo mismo redunda en provecho del perfeccionamiento.

   Zurcir o remendar, en el genuino puesto hogareño es válido y meritorio, aunque parezca sin importancia. Quien ve en lo secreto sabe que la tarea ha sido hecha con amor, prolijidad y lo mejor posible.

 

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