La tenía en mis brazos dormida. Sin quejarse, sin que yo me diera cuenta, ¡ había volado al cielo !
Desde entonces, ando con la herida abierta y fáciles lágrimas, a ras del
mundo, al fin del tiempo. Sin poder ausentarme de mi misma, sin lograr escapar
de la prisión de mi dolor. Tormento que quema, punza, macera !
No
puedo olvidar su alejamiento y esa ausencia es ahora obsesión permanente.
Busco la dulzura de la soledad para gozar su recuerdo.
Frágil niña de breve tránsito terrenal; ida mía ¿ con qué mensaje
viniste ?
Cuántas dudas estremecen mi corazón. Una pregunta afilada, siempre
acechante - ¿ se equivocó la ciencia? – debo envainar.
Necesitaría oír a Dios diciendo que me ama, que perdona mis sospechas y
mi protesta.
Hay
días en que me siento golpeada, impotente, deshecha; en que el alma se llena de
noche sin aurora; en que creo increíble la conformidad. Y un grito mudo y
desgarrador atenacea mi garganta. Quisiera rehacerme, levantar la mirada y ser
capaz de sonreír. Y constato la imperfección, la estrechez ineludible de mi
temperamento.
Dios
no tiene porqué explicar la razón de sus designios. Es de cobarde querer huir
de la existencia y buscar culpable de la adversidad.
Por
los ojos de la esperanza veo que el dolor tiene sentido y un fin providencial.
Creo en su efectividad salvadora; pero eso no mitiga el sufrimiento.
Reconozco que la aflicción es signo de algo oculto, tal vez maravilloso,
que necesito descubrir. Alguna verdad tiene que dar fruto. Quizá esto estaba
previsto en el plan del Señor. Alguien en alguna parte, necesita de mi dolor;
acaso mi propia salvación.
Me
escondo para llorar. Y se apacigua la incontenible vertiente de gemidos. El
llanto purifica, anega el alma de inexpresable paz, y dulce gozo en la
tribulación.
De
pronto, cierta alegría y dones olvidados levantan el abatimiento e iluminan las
sienes : el milagro de ser, de vivir, de amar, y despertar cada mañana, tener
quienes me necesitan, tener familia, hogar, trabajo, pan ...
Todo dolor encuadrado en el plan de Dios es para bien, aunque no pueda
entenderlo. El no envía cruces mas pesadas que las que pueden nuestros hombros
soportar.
Las
penas ofrecidas por la instauración de la verdad, la justicia y la fraternidad,
adosadas a la cruz redentora, contribuyen misteriosamente a la economía de la salud universal.
La
muerte de un bebé no es un fin sino principio de vida plena, sublime,
ilimitada; promesa y destino de toda alma.
Aunque mi pequeña falte visiblemente en la ronda familiar, ella sigue
estando en el aire, en la luz en las mil cosas bellas y buenas que brinda la
vida.
Rota adentro y con un feroz impulso de retenerla apretaba en los brazos
su cuerpito frío y; ¡ella había volado!
La
fe me susurra cada día :
” El Señor me la dió, bendito sea;
ahora necesito consuelo y fortaleza ¡ por habérmela quitado!”
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