De Una versión del infierno, Montevideo, D.I.S.A., 1968 . La pareja montevideana de Investigaciones, ojerosos al cabo de veinte y pico de horas de ferrocarril, se había hecho explicar momentos antes en qué punto del horizonte estaban las plantaciones de caña de azúcar del Departamento. -Y aquella construcción con chimenea que apenas se ve por la humareda- agregó el pasajero informante- es el ingenio. - ¿Y a qué se debe el humo? -Están quemando la caña, pues. - ! Cómo ! ¿ Los incendios continúan; el sabotaje sigue? -¿Qué sabotaje? Están quemando porque hay que quemar, porque la caña, antes de cortar, se quema para sacarle la hoja. ¡Si hubiese que pelar cada caña a machete, ya le digo! La pareja se miró. Por un instante habían creído que llegaban a punto para coger infraganti a los incendiarios de que hablaba la prensa capitalina. Y ahora resultaba que, normalmente, la caña se quema… Por arriba, el cañaveral brilla con filos vítreos, y ondula largamente como aguas verdes; por abajo está...